A collaborative publication of the Latin American Studies Program

Divisadero

Spring 2015

Spring 2015 Article

Rompiendo la Maldicion

By Miriam Uribe

Escuchando las historias del pueblo al ritmo del acordeón, mi papa recorría las carreteras de Guanajuato en su American Rambler color azul. Tuvo que esperar casi treinta años para poder escuchar esas mismas canciones en vivo, rodeado de otros aficionados, a solamente unos metros delante del escenario. Los recuerdos de esos tiempos en los que podía viajar por las carreteras sin ningún problema, sin necesidad de esconder quien realmente era, desataron toda la nostalgia que contenía su corazón. Pero también descubrió que ahora más que nunca realmente entendía las letras de muchas de las canciones que tocaban. Al ver a su alrededor, se dió cuenta que esto probablemente era el mismo caso para muchos de los que estaban con él esa noche en Los Angeles, California.

A los finales de los 1960s, Jorge Hernandez convenció a sus hermanos Raul y Hernán, y a su primo, Oscar Lara a que formaran un grupo. Originalmente de Rosa Morada, Sinaloa, el grupo viajaba seguido a la cercana ciudad de Los Mochis donde tocaban en restaurantes. Por razones económicas empezaron a viajar hasta Mexicali donde podían tocar por más dinero.

Su suerte cambió cuando los contrataron para tocar al otro lado de la frontera. Inicialmente bautizados por un agente de inmigración como “Los Tigritos”, Jorge tuvo que haber sabido que iban a ser mucho más grandes y rechazó el nombre. Ellos iban a ser “Los Tigres”. Después de tocar en el desfile del 5 de mayo en San José, California fueron contratados por un restaurante llamado El Paseo de las Flores. Ahí el inglés, Art Walker, dueño de un sello discográfico local, los descubrió. A pesar de no hablar español, Walker fue el patrocinador de sus primeros discos. Fue también en ese entonces cuando Los Tigres decidieron establecerse en San José. Aunque eran conocidos localmente, su éxito no llegaría hasta 1971 cuando escucharon a un mariachi tocar “Contrabando y Traición” en Los Angeles, California. Después de ver la reacción del público de esta canción, Jorge le preguntó al músico porque nunca había grabado esta canción y después de su conversación el músico le dio los cedió la letra original a Jorge.

“Contrabando y Traición” fue el nombre de su quinto disco y también de la canción que los llevó a la fama. Fue tanto el éxito que hasta una película hicieron basada en la  canción. De ahí en adelante Los Tigres del Norte han sido uno de los grupos norteños más influyentes, no solamente de los dos lados de la frontera pero también en el mundo. Narcóticos, traición, amor, inmigración son temas que aparecen en las canciones de LTDN. Interesándose en la historia de la tia Teresa Mendoza o tal vez viendoce a sí mismos en la Jaula de Oro, los fans de este grupo siguen creciendo trascendiendo no solamente fronteras pero generaciones.

“Es que si voy a verlos me voy a morir,” mi papá dice cuando le pregunto porque nunca ha ido a ver a Los Tigres en vivo, ya que ha sido fan desde que tengo conocimiento. “Cada vez que los iba a ver cuando vivía en México siempre pasaba algo. Se me hacía tarde, tenía trabajo, o no venía la combi”, me sigue contando mi pa, “te digo--es como un maldición,” termina bromeando.

A los quince años de edad, tuve la suerte de ver a mi banda favorita, Arctic Monkeys, en vivo en el Hollywood Rose Bowl. Todos los que estabamos ahi compartimos por lo menos una cosa en común, nuestro amor a la música. Recuerdo cómo me latía el corazón y sentía que todo era un sueño. Estaba tan feliz de estar ahí que no importaba que al da siguiente tenia un examen o que iba tener suficiente dinero para lo que sobraba del mes. Por eso mismo, cada vez que mi pa me contaba sobre la famosa “maldición” por la que nunca había visto Los Tigres, me ponía un poco triste.

La primera vez que mi pa escuchó a Los Tigres fue a los siete años por medio de un cartucho de 8 pistas en el Renault 1964 rojo de mi abuelo. Trece años después, casado, y con una bebé recién nacida, seguía escuchando esas canciones en su Douglas 1975. Así que yo no tenía de otra, estaba destinada a hacerme fan también. Siempre me había gustado escuchar las historias de Camelia la Texana o la de la Reina del Sur, pero creo que realmente empecé a apreciarlos después de haber migrado a los Estados Unidos.

Tenía siete años cuando me vine a los Estados Unidos, así que acostumbrarme fue fácil. Sabía que no tenía papeles y que no le debía decir a nadie esto, pero nunca le puse mucha atención a lo que realmente significaba y seguía mi vida como cualquier otra niña estadounidense. Pero después del 2006 cuando la reforma migratoria fracasó, empecé ver que a mi país no me quería. No importaba cuanto me esforzaba a ser buena ciudadana, siempre iba a ser extranjera en esta tierra. En la preparatoria, recuerdo cómo mis compañeros anglos les preguntaban a todos los que parecían “latinos”  sí poseían una “green card” y siempre se me venía a la cabeza la canción “Somos Más Americanos” y del hecho de que sí pertenezco a esta tierra, aún más que el hijo de Anglo-Sajón.

“Ya me gritaron mil veces que me regrese a mi tierra, Porque aquí no quepo yo Quiero recordarle al gringo: Yo no crucé la frontera, la frontera me cruzó.”

Aunque ha sido difícil vivir en un país que siempre impugna mi existencia, para mis padres ha sido peor. A ellos no les dieron un espacio como a mi en la escuela para acostumbrarse al país y aprender el lenguaje. Ellos tuvieron que sufrir la discriminación al no saber inglés, tuvieron que agachar la cabeza cada que sus jefes los hacían trabajar más de lo debido, y lo más difícil es que tuvieron que dejar toda una vida atrás. Ven a mi hermano y saben que nunca van a compartir exactamente la misma cultura con él. Su español es mocho y en vez de ver todos los juegos de los Pumas, prefiere a los Dodgers. Hay veces que se me olvida cómo decir ciertas frases en español, “se dice población, se dice composición, te regreso la llamada” me corrige de vez en cuando mi mamá.

Despues de que por poco y seguimos con la maldición y perder el concierto por tener que trabajar, mi papá y yo tomamos un taxi de Norwalk para Los Angeles. Aunque según mi pa tiene un “sistema de rastreo mental para localizar a todos los highway patrols en el freeway” que ha adquirido después de manejar sin licencia durante trece años, esta vez no quiso arriesgarse y poner en prueba la profecía de mala suerte que se había inventado durante  tanto tiempo.

El Nokia está a reventar, LOS TIGRES DEL NORTE SOLD OUT, decían las pantallas. Nos perdimos los primeros treinta minutos pero al entrar la canción que nos recibió fue “La Jaula de Oro” y creo que mi pa está pensando en mi hermano y en mi  y en la razón por la que no vinimos en su camioneta. Para sus hijos venir aquí fue la mejor decisión, pero para él fue venir a encarcelarse. Lo volteo ver y a pesar de los recuerdos que le trae esta canción, espero que disfrute este momento.

“De que me sirve el dinero si estoy como prisionero dentro de esta gran prisión cuando me acuerdo hasta lloro y aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión.

Mis hijos no hablan conmigo otro idioma han aprendido y olvidaron el español piensan como americanos.”

“Quieren la del mojado acaudalado, la de la banda del carro rojo, y somos mas americanos, Jorge,” le dice Hernán a su hermano después de leer los papelitos que ha mandado el público hasta el escenario. Al frente del escenario decenas de papelitos blancos se ven, Los Tigres no tienen una lista concreta de las canciones que van a tocar, tocan lo que el público quiere. Cuando empieza empiezan a cantar el mojado acaulado, creo que una lagrima recorre el rostro de mi papa.

“Adiós, Adiós California Tejas, Chicago Illinois

Me llevare su recuerdo

Porque a mi tierra me voy

Pues aunque tengo dinero

No soy feliz donde estoy.”

El Señor Locutor empieza a tocar y la multitud empieza a cantar con ellos. Veo a mi alrededor y veo a gente de mi edad, a gente más grande que mi abuela, y hasta más joven que yo. También observó el mar de sombreros que se forma cada vez que Jorge se pone en un pie, en su mano su sombrero que estira en forma de saludo. Se ven familias que toman filas completas, se ven parejas, se ve gente sola pero bien acompañados con su cerveza.

“Esta es para tí Kate, un aplauso para la reina del sur,” le dice Jorge a una muchacha directamente enfrente del escenario. La cámara se enfoca y no es nadie más que la popular actriz mexicana Kate del Castillo, la protagonista de la serie La Reina del Sur, nombre que comparte la canción que tocan en ese instante. Volteo a ver a mi pa y se ve lo más alegre que lo he visto en años. Después tocan “El mojado acaudalado” y veo que a mi pa se le llenan los ojos de lágrimas. Sí, está feliz, pero estas canciones lo llevan a su patria y su antigua vida. Estamos en Los Ángeles que en partes es “Little Mexico”, “Little Guatemala”, o  “Little Salvador” y me pongo a pensar cuantas otras personas se sienten igual que mi papá. De vez en cuando también tocan canciones como “La Manzanita” y aunque es un amphiteatro la gente encontraba donde bailar. Dieron las diez y media de la noche y Los Tigres se despidieron, pero regresaron al escenario dos veces más después por complacer a la gente.

“Si hubiera sido baile, no hubiéramos salido hasta como las dos de la mañana” me dice mi pa cuando vamos caminando por Olympic Boulevard para encontrar algo de comer. Terminamos en frente de Danny’s Tacos, un food truck en frente de una gasolinera y un estacionamiento. Mi pa ordena seis tacos y yo un huarache. Los dos ordenamos refrescos mexicanos. No hay donde sentarse, así que vamos y nos sentamos en la banqueta. Vemos los videos que nos tomamos durante el concierto y comemos. Platicamos sobre nuestras favoritas partes y como mi pa se sabía todas menos la nueva. Cuando le doy un trago a mi refresco mi pa dice, “gracias por hacerme venir”, pausa y se ríe, “después de tantos años, por fin se ha roto la maldición”.

All pictures © Miriam Uribe