A collaborative publication of the Latin American Studies Program

Divisadero

Spring 2015

Spring 2015 Article

Las Injusticias Nos Atan, Nuestra Fé Nos Libera

By Valeria Vera
Copyright Lorena Meljarejo, Comunidad hispana marchando en soliradidad en el distrito de la Mision, San Francisco, 2015

El pasado 20 de Noviembre del 2014, se marcó un hecho histórico en Estados Unidos cuando el Presidente Obama declaró en forma de acción ejecutiva, utilizando su poder de una manera que ningún otro presidente había usado antes, con el potencial de humanizar y dignificar a 5 millones de personas. Entre varios puntos que declaró Obama, las dos más importantes serían aquellas leyes de acción diferida respecto a los requisitos para ciudadanía. Primero, bajo DACA, cualquiera que hubiera entrado a los Estados Unidos antes de los dieciséis años y que se encontrara viviendo en el país continuamente desde el primero de enero del 2010 podría beneficiarse. Segundo, y el más importante, es que padres de hijos ciudadanos estadounidenses podrían obtener documentación legal tras sus hijos.

En efecto, reacciones volaron por todas partes. Entre los conservadores, republicanos, y aquellos más privilegiados socialmente se expresó una furia que negaba la posesión de semejante poder por el presidente, declarando que había violado poderes constitucionales. En las comunidades migratorias y entre grupos que apoyan agendas humanitarias y egalitarias, las esperanzas volaron. Aún con las desilusiones de que la mayoría permanecerá sin algún alivio, y con el temor e indignidad al escuchar a Obama proponer el control militar solo incrementaría en la frontera (por lo tanto volviéndose más peligrosa) y que todo aquel que llegó al país después del primero de enero, 2014 serían los primeros en deportar, aún así, la esperanza no se detuvo. En San Francisco, Lorena Melgarejo no tardó en movilizarse: esta vez, se dijo, nos aseguramos que cada una de las 5 millones de personas que puedan calificar, lo logren. ¿Y cómo lo pensaba hacer? Tras la fe.

“Las injusticias nos atan, nuestra fe nos libera” es el emblema de la Pastoral Hispana de Justicia, encabezada por la ‘organizangelista’ Lorena, quien trabaja como organizadora comunitaria para la arquidiócesis de San Francisco y para SFOP, el proyecto organizativo de San Francisco. Lo que empezó como un sistema de apoyo moral y político local comunitario en la Iglesia de San Pedro (calles 24 y Alabama), empoderando a individuos de iglesias de alrededor respecto a problemas sistémicos y de inmigración, se ha desarrollado a ser un movimiento que encarna bondad, tolerancia, diversidad, amor, y una lucha con ardua dedicación a sus causas: el de la fe y el de los derechos de los inmigrantes y de los residentes de la bahía de San Francisco.

Cada mes desde septiembre del 2014, se han recaudado fondos para cubrir fianzas de detención, se organizan misas para educar a la comunidad sobre diferentes temas que afectan a la comunidad inmigrante - incluyendo crisis de vivienda - y sobre todo se ha invitado a una comunidad más allá de la latina y migrante - una comunidad con una multiplicidad de nacionalidades, religión, color, estatus, y lengua para unirla a la mobilización nacional que exige una nueva ley migratoria, que aún sigue en el horizonte.

Completamente revolucionando el significado de  movimiento social de base, esta comunidad y hermandad ha demostrado también lo que significa luchar con fe. El unir, reunir, y fortalecer a una comunidad que se conecta en una red mayormente hispana, ha inspirado una lucha en contra de las injusticias dirigida por la esperanza y un apoyo incondicional: el del amor de Dios y hacia el uno al otro.

Es necesario preguntarse, ¿cuál es el impacto de esta fe, de este tipo de movimientos, para un inmigrante quien se encuentra dentro de un país que lo ha criminalizado y deshumanizado? A nivel macro, ¿cual es el significado de este movimiento y de qué manera podría replicarse su abordaje? Por último, ¿es posible que esta fe pueda amplificarse más allá que a la creencia de algún poder divino logrando más solidaridad?

Antes del 20 de noviembre del 2014, cuando Obama dió por conocer su acción ejecutiva, Lorena Melgarejo y la Pastoral Hispana de Justicia, esta comunidad que se ha organizado con tanta pasión y dedicación, ya estaban trabajando. Pero después del 20 de noviembre, su comunidad trascendió las fronteras de la Iglesia de San Pedro, su punto de reunión, expandiéndose en una red que derrumbó las barreras de la bahía y alcanzando a ciudades como Palo Alto y hasta Marín hacia el norte. En Redwood City, donde se encuentran unas 22,000 personas que podrían beneficiar de DAPA, líderes han surgido tras unirse a la organización que planeó Lorena: entrenar a voluntarios, quienes representan iglesias individuales y/o ciudades, para que ellos mismos empiezan a organizar sus comunidades y expandir el conocimiento de las leyes que serán implementadas, para que el momento que esta sea ratificada, cualquier inmigrante que tenga la posibilidad de calificar este preparado con los documentos, dinero, y apoyo necesario para lograr calificar para esta oportunidad a la ciudadanía. 

El sábado 2 de Mayo, alrededor de 150 individuos - documentados e indocumentados, blancos y de color, hispanohablantes y anglos -  se reunieron en el distrito de la misión participando en la primera parte (de dos) de este entrenamiento, dado a cabo por voluntarios abogados y líderes de SFOP.       

Se podría decir que “nadie se va a quedar atrás”, al menos no en la Bahía. Pero de la misma manera, esto es a nivel micro. Es un movimiento que sencillamente podría expandirse y desarrollar un efecto dominó. Los pocos que tienen el poder y sabiduría educan a líderes con la sed de cambiar sus situaciones y de brindar paz y justicia a aquellos quienes siguen viviendo marginados, y estos después informan y llevan a cabo el proceso de llenar las solicitudes. Pro bono. Gratuitamente. Sin estafas. El número de inmigrantes sobornados por abogados o notarios después de “pagarles para que los pongan en la fila” o “pagarles para entrar al sorteo”, o pagar por llenar la solicitud, que es gratuita, reducidos y con esperanza eliminados por completo. En esta lucha, han decidido unirse. Esta unión no pudiera salir adelante si no fuera por la fe.

Es cierto que la fe es abstracta y es simbólica. Tantas veces subestimada y descartada como ideológica o religiosa. En estos casos, el de personas tan marginadas explotadas, y/o tan vulnerables en un sistema que se ha encargados de deshumanizar  y criminalizarlos, es difícil establecer una confianza entre el individuo y el prójimo. Por razones como el lenguaje común, la batalla común, y las costumbres comunes, un inmigrante pone su confianza en un individuo semejante a él. Pero, cuando la base de valores se expande a incluir una misma fe, esta se vuelve un vehículo que abre puertas.

Usando las iglesias y sus mismas comunidades como punto de organización, – lugar a donde acuden aquellos con más necesidad, buscando la manifestación de su fe, tanto espiritual como social – estos son unido y conectados, forjando una confianza entre individuos y hacia verdades más allá de nuestras inmediatas. Más allá de las diferencias individuales es el hecho de un mismo propósito que busca reclamar la dignidad humana.

Históricamente, las iglesias individuales siempre han tenido mucho alcance y han sido lugares de protección y movimiento radical, en muchos casos donde personas han sido perseguidas/guerras (e.g. Oscar Romero). La gente acude a sus iglesias porque les tiene fe en ellas y en aquellos que se encuentran dentro de ellas, ya sea los padres, monjas, o su comunidad como apoyo.  Creando un acercamiento a los inmigrantes tras sus iglesias podría crear cambios radicales hacia su liberación.

El mensaje subliminal no es únicamente el de la religión, si no el de la fe. Aunque el de la fe en Dios es lo que mueve día con día a la mayor parte de las personas trabajando en este movimiento en la bahía, más allá es la fe que tienen de vivir en la semejanza de Jesús y la fe que tienen en su hermandad, la bondad, el amor al prójimo, y en su humanidad.                  

La esperanza de este movimiento y de las oportunidades que traerá la acción ejecutiva requieren tener fe y trabajar en unísono bajo el valor que existe entre cada humano - no el lenguaje, la religión, el color, orientación, ni nacionalidad. Desde USF, como estudiantes y facultad en esta institución Jesuita que aboga la justicia social, tenemos un deber a utilizar esos valores y privilegios brindados en nuestra educación para unirnos en la lucha por la inmigración con esa fe que tenemos- la del valor del ser humano. Como ciudadanos en San Francisco, es nuestro deber concientizar que nuestras comunidades sufren y ahora más que nunca están siendo marginadas.  A nivel nacional ambos documentados e indocumentados tenemos un deber que fácilmente puede llevarse adelante y ser replicados, evidente en el alcance que han tenido los esfuerzos de la Pastoral Hispana, de Lorena Melgarejo, del Padre Moises (sacerdote que ejecuta las misas migratorias en San Pedro), de SFOP.

Es tras esta fe que nos engancha a la acción que erradica silencios, ignorancias, miedos, y vulnerabilidad para comenzar el trayecto a la dignidad humana por la ciudadanía y por comunidades más seguras y unidas.